lunes, 18 de abril de 2011

Versión libre

Volviendo de las vacunas la niña en cuestión lloraba y sólo se dejaba consolar por el hermano. Entre sollozos, le pide que el cuente un cuento. Y él, con más voluntad que inspiración le cuenta su versión de caperucita. Más tarde, pidió la mía. Entre otras cosas, adentro de la canasta para la abuela, además de panecillos había bananas y manzanas, hamburguesas, panchos y guiso de porotos. Y eso fue lo que tentó a Wolfgang, el lobo. A ver, entre comerte una vieja octogenaria o un humeante guisito de porotos... vos qué preferís?

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